Porque no una AFP estatal
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Pablo Correa
Entre las propuestas de campaña de cara a la próxima elección presidencial, destaca la creación de una AFP estatal, en un sistema que hoy solo tiene participantes privados. Lo anterior, en medio de diversos cuestionamientos al actual sistema privado de pensiones, tales como la falta de competencia entre las instituciones que entre otras cosas resulta en altas comisiones por el manejo de los fondos, la volatilidad de los retornos, el comportamiento de manada de los administradores o lo más importante, en las bajas de tasas de reemplazo, o sea que simplemente el sistema no es capaz de proveer pensiones adecuadas a un grupo importante de chilenos. Ante estos problemas -muchos de ellos totalmente ciertos- resulta imprescindible preguntarse si una AFP estatal es la solución.
Es evidente que, desde la perspectiva de todos quienes cotizamos mes a mes y seremos futuros beneficiados del sistema, el principal problema del actual modelo es la baja tasa de reemplazo que otorgaría. Esto equivale a decir que la futura pensión como proporción de nuestra remuneración sería considerablemente menor, lo que obligaría a reducir el consumo en forma abrupta durante el período de retiro. Quienes defienden la creación de una AFP estatal argumentan que este es justamente el problema de las primeras generaciones que se están jubilando bajo este sistema hoy, 30 años después de su creación.
Sin embargo, hay que considerar que uno de los parámetros claves para determinar esta tasa de reemplazo, que es la esperanza de vida, no es la misma en 1981 que en 2013. Entonces en promedio la sobrevida se calculó en 9 años después de su retiro, siendo que hoy quien jubila tiene más que el doble de tiempo. Otras variables determinantes, tales como la tasa de cotización y la edad de jubilación tampoco han sido modificadas, y eso redunda necesariamente en una pensión menor a la prevista en los inicios del sistema. Luego, más que crear un participante estatal, urge revisar estas dos últimas variables para adecuarlas a una población que tiene mayor esperanza de vida.
Otro problema a considerar son los periodos donde los trabajadores dejamos de cotizar, estos intervalos de tiempo conocidos como “lagunas previsionales”, los que son especialmente comunes en los trabajadores independientes. Como una forma de atacar este punto, a partir de la reforma previsional de 2008 se acordó la incorporación gradual de este tipo de trabajadores, para que hacia el 2015 quedaran completamente dentro del sistema. Por otro lado, una noticia positiva que ayuda a que la tasa de remplazo sea mayor, es el significativo aumento de los salarios reales en los últimos años, el cual ha estado muy por encima del promedio 1980-2000. De esta forma, una mayor formalización del mercado laboral, donde se protejan y garanticen las cotizaciones de los trabajadores, y que estas sean crecientes junto con sus salarios redundará en una mejor pensión, sin que sea necesaria la creación de un administrador estatal.
En cuanto a otras críticas al sistema de AFP, como los bajos retornos versus altas comisiones, una AFP estatal debería operar bajo las mismas reglas que sus competidores privados, someterse a la misma regulación en cuanto a sus inversiones, y ser capaz de atraer a nuevos cotizantes bajo las misma condiciones. En este caso una AFP estatal, al igual que Banco Estado en el sistema bancario, sería sólo un actor más en el sistema de pensiones chileno, y no cambia la actual licitación de nuevos afiliados ni el reglamento de inversiones del D.L. 3.500.
Por tanto, la sola idea de una AFP estatal, no soluciona ninguna de las disyuntivas aquí expuestas. Menores lagunas, mayores salarios y la necesidad de elevar la contribución o la edad de retiro, son factores que permitirán a aquellos que están entrando hoy al sistema, obtener mejores pensiones que aquellos cotizantes de principios de los años 80. Luego las reformas que verdaderamente requiere el sistema poco tienen que ver con una AFP estatal.